sábado, 22 de enero de 2011

La belleza

La belleza no está reñida con la pobreza. La belleza no está reñida con la riqueza. La belleza está por encima de credos, de leyes, de circunstancias y de limitaciones temporales o materiales. La belleza es camino y es meta. Ella, con su deslumbrante dignidad y su absoluta fascinación nos inspira y nos eleva, nos hace olvidar la necesidad y nos alimenta, nos atrapa y nos libera, nos ilumina y nos consuela.

La verdadera riqueza reside en tu interior: tus talentos, tu carácter, tu sensibilidad, tu creatividad, tu curiosidad, tu fantasía, tu potencial son los regalos que te son entregados por la Madre Naturaleza, muy bien empaquetados, al nacer y que vas desenvolviendo poco a poco, día a día durante toda tu vida. Nunca dejes de seguir descubriéndote y no dudes en compartir lo que encuentres con todos nosotros.

La presión que el miedo al fracaso significa para cualquiera que intente expresarse, dar a conocer su verdad, su visión de la vida, su opinión sobre lo que le rodea siempre es poca, comparada con la presión que ejerce la necesidad imperiosa de salir del aislamiento, de salir de la más íntima soledad. La comunicación verdadera peca siempre de sincera. En la sinceridad radica el éxito absoluto.


Vivir por amor al arte implica el valorar el enriquecimiento profundo del ser humano, el decidirse por el oro del tiempo, el arriesgarse a experimentar y a liberarse de prejuicios, el abrir nuevos caminos, el confiar más en nuestra imaginación, invisible a los ojos de los demás, que en las limitaciones que nos muestran nuestros sentidos. Vivir por amor al arte es crear una riqueza normalmente impagada, siempre impagable. 

La perfección es creación. Es tu propia búsqueda incansable del instante perfecto la que inspira a tu espíritu creativo a crearlo y a ser capaz de reconocerlo. Una gran paz es el premio que conlleva tu inconformismo. Tu merecida satisfacción total roza, por un momento breve y a la vez eterno, lo divino dejándote olvidar lo mortal.

Somos como la flor de loto blanca y limpia flotando en aguas turbias, con nuestras raíces fijadas en las tierras movedizas de un presente incierto y caótico. Somos como majestuosos cisnes a punto de alzar el vuelo con rumbo a horizontes más rosados y cálidos, pero que sobreviven al invierno con su frío, con su escasez. La belleza es nuestra esencia. Ella nos inspira a elevarnos sobre los lodos de toda miseria.

Cuando la belleza surge de dentro contrasta con su entorno, como contrasta la florecilla perdida en la grieta de un muro, como contrasta el verde oasis en un mar de seca arena, como contrasta la tierra azul en la inmensidad negra y vacía, como lo hacen los colores de un carrusel en la frialdad gris de una ciudad gigantesca, contaminada por los humos y los malos humores.

La gran paradoja de la vida es que sumergiéndonos en lo más profundo de nuestro ser logramos alcanzar el estado más elevado de nuestro espíritu.


Bienaventurados aquellos capaces de transformar su amargo dolor en dulce belleza y en muestras de amor.

lunes, 17 de enero de 2011

El cambio

En ocasiones somos capaces de volver a darnos a nosotros mismos la posibilidad de retomar los viejos sueños, las aspiraciones más puras de la adolescencia. Siendo mucho más conscientes del mundo en que nos ha tocado vivir y de nuestras propias capacidades, volvemos con alegría a tomar el camino del que un día nos desviamos sin querer. El camino que nos lleva a la realización personal.


Cada día es una oportunidad renovada de ser todo lo que queremos ser, de hacer todo lo que siempre quisimos hacer, de dar otro paso en la dirección deseada, de permitirnos algún lujo, de decir las cosas que necesitamos decir, de probar algo nuevo y excitante, de aprender una palabra en un idioma extranjero, de hacer un favor, de tomarse una pausa, de mimarse y de cometer alguna locura por amor.


Todos los días deben ser vividos con la intensidad desesperada de una sed desértica, con la paciencia santa de una madre que espera, con la alegría contagiosa de una hija que juega, con la gratitud inmensa de un amigo perdonado que a ti llega, con la humildad sencilla de un ser humano que  escribe, que aprende, que medita y que observa.


Cuando la vida nos cambia radicalmente, debemos ser conscientes de que resulta imposible recuperarla y volver a reconstruirla tal y como era. Su fragilidad se nos hace más impresionante, más consciente de lo normal, pero es sólo un despertar nuestro a la esencia de la vida misma, a la propia esencia.


El cambio es ley de vida, nos sorprenda más o menos, nos dé miedo, nos alegre, nos libere, nos destierre, nos destruya, nos bendiga, nos madure, nos destrone, nos sonría o nos inmortalice en la memoria de los tiempos.